Hipolítico

Tradicionalismo Desarraigado

El fenómeno de desarraigo es uno de los temas fundamentales de nuestro tiempo. Solo dar un inventario de los escritores que discuten la carencia de arraigo cultural y telúrico de las gentes de nuestro tiempo (digo así pues esta ya es una tradición heredada del siglo pasado) debe ser una larga empresa pues han de ser muchos quienes han notado este extrañamiento del mundo. Podríamos destacar a algunos escritores que de formas diversas han diagnosticado (de formas diversas) el cosmopolitismo desarraigado que caracteriza la era moderna: Heidegger, Guenon, Macintyre.

Cada uno a su forma ha tratado de ser un restaurador de una tradición o de La Tradición, de la forma de vida que está apegada a la pertenencia a una cultura particular. Y parece que a pesar de todo este reformismo no esta escaso de adeptos. Ahora mismo existen toda clase de “Tradicionalistas”, y algunos de ellos portan el estandarte de estos autores, la mayoría de ellos creo también poseen alguna fe, ya sea el catolicismo, el islam, o la superioridad absoluta de la raza aria.

Uno no puede evitar pensar que estas cosas van por ciclos, hoy hay un auge del tradicionalismo que oscila entre la nostalgia moderada a la más extrema reacción, pero la década de los tradicionalistas fueron los 30.

Ahora es tiempo que me sincere contigo lector, yo soy un poco tradicionalista, o quizá demasiado, nunca me he podido decidir. Pero al mismo tiempo no lo soy para nada, aborrezco la tradición, más aún la tradición y la cultura en la que me tocó nacer. Espero que en este ensayo pueda enseñarte de qué forma soy un tradicionalista, de qué forma soy un anti-tradicionalista y como estas dos posiciones son perfectamente conciliables. Mi deseo no es urdir paradojas ni ofuscar mis propias creencias en afectaciones de señorito sino todo lo contrario, entender el tradicionalismo (o una tradición dentro de él) y sus límites, formar el mejor argumento para ambos y encontrar el dulce punto medio del sentido común y la razonabilidad.

Empecemos con lo que nos es familiar, la tradición del anti-tradicionalismo. Yo odio donde nací, odio la cultura y el tiempo en el que me toco nacer. Así como yo miles de personas a través de la historia se han encontrado en la misma situación, algunas personas no pueden adherirse a la sociedad en la que nacieron, son minorías religiosas, poseen identidades sexuales limítrofes o simplemente son personas excéntricas, es una tradición. Para la mayoría de las personas vivir en una sociedad si bien nunca es algo libre de conflictos tampoco es todo un conflicto en sí, ellos nadan en la corriente que les tocó, cumplen su rol en la sociedad en la que nacieron.

Sin mencionar las trágicas consecuencias que tiene ser diferente en una sociedad tradicional, hay un sentido en que si bien la tierra en que naciste te aporta lo que necesitas, una lengua y un estándar ético ineludible. También una adherencia en demasía a la tradición es algo difícil de soportar, un ensanchamiento del cerebro. Por que si bien podemos creer que el hombre como especie, a través de todas las culturas, desea entender el mundo, entre este conocimiento y el conocer siempre ha habido un rabino, un policía o un cura, o peor aún, un estándar de vida.

El judaísmo como cualquier otra cultura humana ha tratado de entender el mundo, pero no pudo aceptar a Spinoza. Nietzsche dijo acerca del exilio de Spinoza que fue rechazado como judío pero habría tenido mejor acogida en otra sociedad, en la india, nadando en el ganges, Spinoza era entonces un indio entre judios. Entonces que bien que hoy los indios extraviados no tienen que enfrentarse al rechazo de una cultura como Spinoza, todos somos libres de ser indios.

Esto es lo positivo del desarraigo cultural, la expansión de nuestro mundo, los extraños o extraviados del mundo no tienen que atenerse al ambiente incorrecto en que nacieron, las voces de tradiciones rivales retumban por el globo llamándonos. Heidegger hablaba del desalejamiento que produce la radio, el periódico, la vida inauténtica del hombre desarraigado. Pero es mejor que un hombre no tenga raíces que tenerlas en un suelo inapropiado, que miserable sería la vida rodeado de imbéciles cuando mi ancestro es otro, mi moral es otra, toda la estructura de mi ser es otra (esta es la soledad del extraviado, del filósofo nacido en la era incorrecta en el lugar incorrecto).

Entonces la falta de raíces del mundo moderno es algo positivo. Muchas veces he reflexionado acerca de lo miserable que hubiera sido habiendo nacido en otras circunstancias, justo donde estoy pero 30 años en el pasado. No tendría ninguna forma de escapar de la horrible cultura de imbéciles en la que el destino me ha elegido, pero gracias a la tecnología de la información he podido forjar mi propio camino en paralelo a la tierra que piso. Siempre he sentido que no pertenezco a la sociedad en que nací, que soy incapaz de desarrollar los valores que son requeridos por la sociedad en que nací, pero con el tiempo me he desarrollado a parte y he escogido los valores en los que yo creo. He rechazado la tradición de mi sociedad y he escogido (o desarrollado) una propia.

¿El contenido de mi tradición?, La Tradición por supuesto, ¡Dios, Patria y leyes viejas!. He aquí la contradicción, existe una forma de tradicionalismo que no es tradicional sino revolucionario (reaccionario también es apropiado pues la reacción después de De Maistre es todo menos tradicional). Un gran ejemplo de esta clase de revolucionario tradicionalista y en general un tradicionalista en mi tradición es H.P. Lovecraft.

Lovecraft usaba el pasado como antídoto para el presente, idealizaba a las civilizaciones antiguas así como la cultura británica en la cual tenía raíces pero de la cual no hacía parte. No existe mayor manifestación del extrañamiento del mundo que experimentaba Lovecraft que el relato “La noche de los tiempos” en donde la conciencia el narrador es transportada al cuerpo de los temibles Yith, extraños alienígenas cónicos que sin embargo el narrador reconoce como una sociedad de científicos filósofos regidos por un “fascismo socialista” que alimentaba las cualidades aristocráticas de su sociedad. Existe en Lovecraft incluso la tensión de que tras el velo de la locura, en las exóticas cuevas de razas humanas primitivas o en el aterrador reino de los sueños existe un éxtasis liberador, un conocimiento deleitable, un hogar repulsivo pero seductor.

La antigüedad, los sueños, los pasajes exóticos de continentes ignotos, estos eran los lugares de escape de Lovecraft, tejía el mundo de sus valores y sus ideales a través de los anacronisticos escritos de la alta literatura anglosajona, Coleridge y Beckford. Completamente de espaldas a los valores de la América de su tiempo, un aristócrata inglés en la América del siglo 20 y padeciendo todas las penurias que esto conlleva.

Puede que sea estúpido pero esta es mi tradición, el tradicionalismo desarraigado producto del fracaso social y mucho tiempo libre. Nunca me he sentido parte de este mundo pero al imaginar a los hombres que existieron hace siglos, la dignidad de sus rituales, la nobleza de sus costumbres, la pureza de sus creencias, y, incluso si no existieron o si son el producto de las alucinaciones febriles de los poetas, me siento como uno de ellos. A algunas personas nos duele no haber sido un monje medieval o un letrado en la dinastía Song o un miembro ejemplar de la gran raza de Yith.

Nota: Desarraigado y desenraizado son sinonimos en cuanto describen la forma participativa de quitar a algo de sus raices, pero cuando se trata de la falta de raices culturales o sociales se usa la palabra desarraigo para describir el fenomeno. La versión original del articulo utilizaba erroneamente la expresión desenraizado.