Hipolítico

La doctrina del término medio en el progreso tecnológico

Estos días el punto medio en cualquier discusión parece cada vez menos atractivo. Si bien los tiempos de cambio no favorecen a los blandengues que quieren preservar la moderación y el sentido común, también resulta que en no pocas ocasiones, y para la pena de los instintos más intempestivos del ser humano, el lado moderado es el lado correcto, y con la vejez me siento cada día más y más moderado.

Una de los debates centrales en el desarrollo de nuestra especie es el rol que la tecnología tiene en nuestro, tenemos por un lado los transhumanistas, profetas del progreso tecnológico infinito; y por otro lado los primitivistas, aquellos que consideran que el desarrollo tecnológico ha ido muy lejos y que es tiempo no solo de detener el progreso tecnológico sino incluso retomar el nivel técnico de algún periodo del pasado de la humanidad. Evidentemente ambas escuelas son fundamentalmente incompatibles y desarrollan ideas de mundo completamente opuestas.

Obviando el problema energético/ambiental y el lógico/técnico (si el progreso tecnológico infinito es siquiera posible), me gustaría centrarme en un problema de debate a nivel epistemológico/ético de la cuestión técnica. Existe una idea expresada más claramente en la tradición fenomenológica que plantea que el progreso científico oculta la realidad, que genera un modo de existencia que se hace incompatible con la experiencia regular de los seres humanos, una conciencia orientada a la cuantificación que nos ciega a la trayectoria de conocimiento iniciada por nuestros ancestros. Esta idea es reconstruida una y otra vez (aunque de forma más vulgar y polémica) cuando se habla de el uso de la tecnología como escape de la realidad (¡Siempre estás en tu maldito teléfono!). Tanto para los boomers como para los fenomenólogos hay una gran división entre el mundo real y el falso mundo tecnológico. Leer las noticias, escuchar la radio, jugar videojuegos, esto es una realidad falsa creada por el complejo científico. Para ellos el mundo debe reorientarse hacia el mundo real inmediato.

Pero por supuesto el progreso tecnológico codifica nuestra progresión en el conocimiento, es posible que décadas de avance tecnológico me oculten ciertas nociones acerca de la experiencia inmediata pero también me ponen en contacto con un mundo mucho más grande y mucho más conocido de lo que jamás ha sido. El conocimiento humano funciona a través de los esfuerzos de una comunidad por establecer verdades haciendo que ningún humano tenga que empezar a descubrir el mundo desde cero, esto significa que siempre recibimos un mundo sedimentado (explicitado en los libros de texto, documentales, incluso en lo que vemos en nuestro celular) pero un mundo que nos permite llegar a un incremental grado de certeza verificable de forma práctica, la democratización de la información ha sido uno de los más grandes logros de la raza humana. Husserl veía esta aporía de manera clara, a pesar de que los libros de geometría sean un producto completamente desligado de la realidad, ellos nos permiten con seguridad aprender geometría que luego puede ser con completa seguridad utilizada en campos prácticos

Así vemos que parece que el olvido que diagnostican algunos es también la forma misma en la que sabemos más acerca del mundo. Sí, el complejo tecnológico me aleja del mundo, de una experiencia humana primordial, pero también me acerca al mundo humano de la comunidad, de la información producida por todos nosotros.

Para mi no existe solución a este problema, ambos argumentos, pro y anti-tecnológicos, son demasiado robustos. Sin embargo me acerco a la segunda posición pero dentro de ella acepto que, al nivel más vulgar, es decir el más boomer posible, que la tecnología es algo demasiado envolvente en nuestros días, y los niños deberían dejar de usar tanto su celular, ¡maldita sea!.

Piensenlo, un celular inteligente es un perfecto reflejo de la tendencia suicida de todo el complejo técnico-científico. El es una perfecta abstracción de la computación diseñada para desplegar contenido de la forma más conveniente posible y en el proceso oculta la propia naturaleza de su funcionamiento (Los niños y niñas que se iniciaron en la computación con un dispositivo móvil no saben que es una carpeta o un sistema de archivos, ni siquiera conciben que todo lo que hacen se almacena en una memoria física), creando a toda una generación de brutos, usuarios de las técnicas más avanzadas del hombre pero completamente y absolutamente retrasados en todos los aspectos de su humanidad.

Para esto si que puede haber una solución: volver a la computación del año 2000, o si nos sentimos incluso más radicales volver a DOS o al Commodore 64. No existe una argumentación sistemática para este extraño “primitivismo” tecnológico, aunque sí ha sido expresada por el programador esquizofrénico Terry Davis. Para Terry la computación se había descarriado cuando la convirtieron en una máquina de entretenimiento sencillo, como respuesta a esto inventó el sistema operativo TempleOS, una especie de continuación del Commodores 64 operado con una línea de comando y con solo los elementos más rudimentarios para crear gráficos, programas y usar el crudo software didáctico concebido por el programador.

La palabra clave aquí es “didáctico” pues esto es lo que podemos sacar de la crítica a la técnica, que esta debe estar dotada de humanidad, de un diseño orientado por un filosofía humanista. En este caso un diseño orientado hacia la instrucción, la tradición nos enseña sobre la instrucción, sobre el dominio de la vida a través de la razón experimental. El árido ambiente de una línea de comando provee un mejor espacio para la experimentación que la demasiado atractiva, demasiado accesible, demasiado centralizada e ilusoria pantalla de un celular. Lo que necesitamos para romper la cadena de ilusión técnica es encontrar espacios para experimentar con la técnica como un proceso enmarcado en una sociedad de entes en búsqueda de conocimiento, esta es la clase de diseño que debe ser cultivado.

Estoy seguro que para la mayoría de lectores la proposición de que hay que retroceder la tecnología solo 10 o 20 años les sonará, y no con poca razón, verdaderamente ridícula e insostenible. Pero no se trata precisamente de esto sino de desarrollar formas tecnológicas que puedan encontrar los aspectos positivos de formas de diseño anticuados y un absoluto rechazo a formas de diseño que se orientan a la novedad y el espectáculo (los ejemplos son tan infames que no procederé a enumerarlos).

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